sábado, 11 de febrero de 2012

Capítulo 4

Marcos
La miro por el rabillo del ojo mientras camina a mi lado,  sé que no quería encontrarse conmigo pero es que no he podido evitarlo, hay algo en ella, en sus ojos, en  su forma de expresarse, en la seriedad con la que se toma las cosas... que hace que me apetezca estar con ella, pero es su inocencia lo que hace que no pueda sacármela de la cabeza me gustaría pensar que no llevar los deberes de matemáticas es un problema, y  no tener que lidiar día tras día con la imagen de esa carta colocada sobre la mesita de noche, esa carta que no soy capaz de abrir porque me mostrará una parte de mi vida que antes no conocía, ni tampoco tener que ver día tras día a esas personas que creía que eran mi familia y aunque sé que ellos no tienen culpa de nada, duele.
Solo de pensar en la carta y en como esto puede influir en mi vida se me hace un nudo en el estómago y una lágrima resbala por mi mejilla, mierda, me la limpio con la mano y espero que no se dé cuenta, lo único que me falta es que piense que voy derramando lágrimas por ahí sin motivo alguno, pero es que con ella estoy tan a gusto que me olvido de ser el adolescente intratable que intento ser , la miro para ver si se ha dado cuenta de algo y por su mirada comprendo que sí.
Me mira como si estuviera a punto de decir algo, oh no, como me haga un interrogatorio sobre por qué lloro perderé la calma y me derrumbaré, si me pregunta, prefiero tirarme a la carretera antes de desmoronarme delante de ella.

Teresa
Lo miro disimuladamente mientras caminamos, está concentrado en sus propios pensamientos y parece triste, muy triste de repente una lágrima se desliza por su mejilla, controlo el impulso de alargar mi mano y limpiarla, me mira para ver si he presenciado su momento de dolor y me siento mal, muy mal porque esos sentimientos son suyos y no creo que yo tenga derecho a presenciarlos aunque desde ayer nos llevamos mejor no somos tan amigos como para esto y sé que el se siente incómodo ante la idea de desmoronarse ante mí por lo que lo que le preocupa debe ser muy grave para que no pueda controlarse, estoy a punto de disculparme, de decirle que nunca hablaré de esto con nadie a no ser que él quiera, pero me basta una mirada para comprender que prefiere que le atropelle un coche a tener que hablar de sus sentimientos, así que simplemente alargo mi mano y estrecho la suya y espero que con este gesto haya podido darle todo el apoyo y la comprensión que las palabras no le pueden dar.
Seguimos dados de la mano hasta que tenemos que separarnos en el pasillo del instituto para que cada uno pueda ir a su clase, pero ahora sé que nada será lo mismo ,que durante este paseo hasta el instituto algo ha cambiado entre nosotros

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